domingo, 13 de abril de 2025

EDITORIAL ABRIL 2025

Queda totalmente claro, para quienes quieran analizar desde la óptica científica del materialismo dialéctico la realidad de la lucha interimperialista por el control de la economía mundial, que el enfrentamiento se lleva a cabo entre los EE.UU. y sus secuaces de la U.E. contra el bloque dirigido por China aliada a Rusia, donde el primer bloque trata de hacer maniobras para preservar la hegemonía económica, política y militar, a pesar de sus debilidades y diferencias, dirigidos por una fracción de la oligarquía financiera estadounidense que no quiere compartir sus ganancias, mientras el segundo bloque aprovecha las fracturas y debilidades de sus contrincantes para avanzar, mientras abordan sus propias contradicciones internas. 

La fracción de burguesía financiera dirigida por Trump ha asumido como método para tratar de recomponer su economía en crisis la guerra arancelaria, que es un mecanismo más del arsenal de los imperialistas para obstaculizar el ingreso de mercancías de sus oponentes a su mercado nacional y obtener más ingresos, mientras por otros métodos, incluyendo el chantaje político, el bloqueo económico y la amenaza militar tratan de tomar la ofensiva para debilitar al contrincante en su propio territorio, métodos que ya fueron denunciados por el propio Marx al escribir sobre los nefastos mecanismos del capitalismo para combatir a las potencias enemigas y al proletariado. 

Esos enfrentamientos forman parte de la dinámica natural del capitalismo/imperialismo cuando llega a agudas crisis y requiere dar una nueva forma a su economía ya agotada, a pesar de que en la esencia sigue profundizando explotación y obtención de máxima ganancia por medio de la opresión salvaje del proletariado. 

Las consecuencias de esos choques no se sentirán solo en las grandes potencias imperialistas involucradas en la pugna directamente, sino que además van a irradiar su oleada destructiva de fuerzas productivas a todos los rincones donde el capitalismo sea el modo de producción dominante, por lo que es de esperar una crisis, recesión y después depresión mundial con su natural consecuencia de guerras y revoluciones de liberación nacional en primer momento y socialistas en una segunda fase, ante lo cual el imperialismo y sus jefes capitalistas se van preparando promoviendo la fascistización como arma ideológica y material para tratar de asumir el control político, económico y militar de una sociedad atemorizada por la inminencia de una guerra.

La contradicción imperialista puede avanzar a un choque directo, pero también a un proceso de reparto de la economía por zonas de influencia entre los bloques imperialistas y potencias en pugna. 

Como ejemplo; una opción que va cobrando fuerza es el reparto de Ucrania entre EE.UU. y Rusia, excluyendo a la U.E. de los acuerdos; el reparto de África entre China y Rusia con resistencia directa de Francia y otros países vinculados; el reparto de Siria, Palestina y las negociaciones tuteladas entre Israel, Irán, Turquía y otros socios menores, estando presentes los dos bloques; los intentos de controlar unilateralmente toda América por parte de EE.UU. buscando frenar el avance de China, poniendo en la mesa la negociación de Taiwán y el control de China en el sudeste asiático, cono Europa del este.  

En todos estos movimientos la U.E. puede terminar muy mal empujada a quedar como socio sumiso, contando solo con parte de su propio territorio, si son capaces de construir una fuerza propia de defensa y el abastecimiento energético, sino terminarán también metidos totalmente en la política de Trump, en el bloque EE. UU-U.E, pero si avanza la extrema derecha sería ahora como "otro estado" de EE.UU. como plantea hacer con Canadá y Groenlandia. 

Cada día se ven pasos muy claros de una lucha, ya directa, por un nuevo reparto del mundo, porque la oligarquía financiera estadounidense está muy ocupada en tratar de salvarse de su crisis para andar con el discurso hipócrita de salvadores de otros países y "luchadores por la democracia", como manifestaban en otras épocas de bonanza. Ahora su intervención es para colocar su bandera y capitales, sin ninguna diplomacia y no es un problema de lucha entre proteccionistas y neoliberales, es una acción de reparto para tratar de sobrevivir como hegemonía total y para eso la lucha por el reparto del mundo entre bloques imperialistas es una necesidad impostergable para ellos.

Las consecuencias de esas contradicciones propias del capitalismo en su fase superior, ahora agudizadas y por eso en proceso acelerando de descomposición, expresadas ahora como fascistización. 

Sin duda el que más sufre esas ofensivas es el proletariado, en su condición de clase histórico - universal, productora y expoliada; en todos los continentes, países y ramas de producción, por eso estos tiempos y particularmente este próximo Primero de Mayo las consignas por la defensa del salario y mejoras de las condiciones de vida de las mayorías populares deben hacer retumbar todas las marchas y concentraciones a nivel mundial para que se sepa que el proletariado está en pie de lucha contra la explotación, opresión y fascistización, como siempre dispuesto a combatir y dar la vuelta a las crisis capitalista/imperialista para transformarla en lucha revolucionaria, lucha de clases contra la oligarquía internacional, la burguesía nativa y sus socios explotadores.


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