El imperialismo, y en especial el capital financiero, comenzaron a organizarse para enfrentar los avances de la clase obrera, utilizando cada día formas más diversas de violencia, como el fascismo, al cual además trataban de enmascarar su esencia explotadora y servil, revanchista, expresión del capital financiero, con un discurso de pretendida defensa del pueblo, llegando incluso a autodenominarse "socialistas" como ocurrió con Mussolini en Italia y su partido del fascio, o el partido de Hitler que se denominaba "nacional socialista".
Esta nueva y compleja realidad, que además de crear una gran confusión, fue avanzando hacia el poder con el respaldo de los grandes monopolios, tenía como misión contrarrestar la influencia de los bolcheviques, obligando a los marxistas-leninistas a profundizar en el análisis de esa nueva realidad y desarrollar una política apropiada para desenmascarar, enfrentar y derrotar al fascismo, principalmente en el terreno de la influencia en las masas populares, demostrando que se puede derrotar a la derecha con organización y movilización de masas, en lo social, político y militar.
Después de algunas experiencias que no llevaron al éxito, debido al aislamiento planificado y la represión, se empezó a valorar la necesidad de una política más amplia con una estricta base de clase, que permitiera a los comunistas consolidar el contacto con el proletariado mediante el Frente Único y difundir por medio del trabajo práctico; político e ideológico, las ideas verdaderamente revolucionarias, desenmascarado la reacción y el reformismo cómplice, que por esa vía fue derrotado en alianza con otras capas sociales integrantes del espacio más amplio: El Frente Popular.
Lenin lo había esbozado en su folleto "La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo" donde valora la importancia del trabajo en el seno de los sindicatos de todo tipo y la necesidad de organizar las masas proletarias para esclarecer las posiciones políticas.
La internacional comunista fue profundizando el trabajo a nivel internacional dándole un impulso a las tesis sobre el problema nacional y colonial, comprendiendo el papel de las mayorías oprimidas de los países coloniales y dependientes, que debían pasar de reserva de las potencias imperialistas a reserva del movimiento revolucionario en su lucha contra el imperialismo.
La gran ofensiva del fascismo se inició a principios del siglo XX y fue en ascenso hasta 1945 donde la conducción del Partido Comunista de la URSS, con los revolucionarios del mundo y Stalin a la cabeza lograron derrotar ese peligro para la humanidad, llevando la bandera roja con la hoz y el martillo hasta el propio centro del poder fascista: hasta el Reichstag.
Hoy vemos de nuevo el avance del fascismo promovido por los grandes monopolios de Europa, EE.UU y otras regiones del mundo. La presencia en Francia, España, EE.UU, Israel, Brasil, Colombia, Venezuela, Ucrania y otros países de movimientos políticos abiertamente fascistas y el voto en la ONU de EE.UU y Ucrania en contra de una política mundial de rechazo al fascismo demuestran su compromiso con esta ideología de extrema derecha.
Los procesos de fascistización de la sociedad, la exaltación de ideas de derecha, la manipulación mediática, la deformación de la historia y de la realidad, el bloqueo a otras fuentes de información, la exaltación de la violencia reaccionaria son expresiones claras del peligro fascista.
Los sucesos de Ucrania y otros países alertan sobre el avance de las hordas fascistas y el peligro principal que representan las ideas de derecha.
El fascismo como instrumento del capital financiero está en proceso de reanimación y se transforma en el enemigo común de la clase obrera y los pueblos, por tal razón analizar las políticas aplicadas en el pasado para derrotarlo es una importante tarea, donde la política de frente popular es un instrumento esencial.
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